“Me reencuentro casi a diario con los últimos cabezudos que recorrieron la avenida 18 de Julio en desfiles inaugurales del Carnaval de Montevideo hace pocos años. Lejos de sus antepasados de madera, alambre y papel maché, éstos de espuma protegida especialmente para sus andanzas a la intemperie representan, además de un alivio para quienes los animaban, un soporte fundamental en el relato que brindamos para acercar a los más jóvenes a formatos anteriores de nuestro Carnaval, y convocar los recuerdos de las personas más veteranas, que enriquecen el intercambio.
Estos representantes de la familia de las alegorías carnavalescas montevideanas (gigantones, cabezones, cabezudos, carros alegóricos, etc.) mantienen intacta su atracción hacia todos los públicos, siguen posando para fotografías familiares y de medios de prensa, y provocan casi indefectiblemente la expresión de deseo ¡que vuelvan los cabezudos!
Sería sencillo que volvieran, pero será difícil que suceda. Implica reconstruir parte de un cortejo festivo que fue perdiendo espacios a lo largo de las últimas décadas, requieren una interacción que se ha ido diluyendo y desacostumbrando con el tiempo, y una presencia importante en número de cabezudos para recuperar protagonismo y no desfilar percibidos como huellas tangibles de los carnavales de antaño.
Sin embargo, son uno de los tantos hilos temporales que unen los carnavales montevideanos de distintas épocas, que reafirman al Carnaval como manifestación popular y tradicional.
“Carnavales eran los de antes”, “Todo el año es Carnaval”, “Un Carnaval moderno”. El Carnaval fue cambiando al influjo de las distintas transformaciones sociales y al mismo tiempo promovió e impulsó nuevos cambios en la comunidad. Desde ese lugar resulta sencillo entender por qué tenemos nuestro formato de Carnaval: “el más largo del mundo”, teatralizado y fundamentalmente de tablado.
El tablado define esencialmente a nuestro Carnaval. Lo distingue de otros carnavales, y es reconocido y admirado por los carnavaleros del mundo. Sus espectáculos reúnen a todas las artes escénicas y se transforma en una maravillosa muestra de teatro popular que año a año estrena decenas de obras inéditas que representan las historias de los barrios, de las familias y de las personas, dejando huellas permanentes capaces de reconstruir una línea temporal histórica de la sociedad.
Muchas frases que usamos o escuchamos a diario tienen origen carnavalero. Verdaderos himnos populares y tantos éxitos que conocemos como productos de la industria cultural, nacieron como parte de repertorios o inspirados en el carnaval. Vinculado a nuestra vida cotidiana en un ida y vuelta, tomando los sucesos y rasgos más sobresalientes de la comunidad para procesarlos y representarlos en códigos escénicos y artísticos, y que a la vez son devueltos en forma de términos, latiguillos, frases y melodías que impactan en el diario vivir de nuestra sociedad y pasan a ser parte de su acervo cultural.
Esa carnavalidad que determina su permanencia y explica que expresiones artísticas, culturales y sociales, tan distintas a lo largo del tiempo, se reconozcan como versiones de una misma fiesta, hilvanando desde los repertorios más modernos, aquellos coros esquineros, la marcha camión, las troupes, las máscaras o los corsos multitudinarios. No necesariamente con una mirada romántica o nostálgica, sin desconocer las claras diferencias entre lo que significan la cultura popular y la cultura de masas, sino como las hiladas que se fueron sumando a su propia historia.
Así es que día a día, desde su aparente silencio, estos cabezudos desfilan por la historia, cuentan sus anécdotas y nos explican de la forma más sencilla nuestro presente carnavalero.”
Agradecemos a:
José Arijón (AriSi) (*)
